LLAMAS BLANCAS







Se quedó quieto cuando el cúmulo de cosas de las que él está hecho comenzaron a agitarse;
todo eso que nació desde la planta de sus pies, llegó a crecer hasta su ombligo,
que se extendió sobre sus huesos y salió por su boca o a través de sus largos dedos
para florecer alrededor; lo bueno y lo malo, lo que hizo inolvidable, esas tantas cosas
que nadie nunca descubrió de su ser hasta ese momento o que nunca compartió.

Todo se agitaba, no por el natural movimiento del viento, sino por su propia fuerza
que desde el núcleo prende una única chispa para hacerlo arder lentamente cuando es necesario,
listo o no, para regenerarse, incendiando hasta su carne.

El rostro no se mueve ni la dirección de la mirada se desvía.
No debe haber parpadeo o mueca de queja en los labios.
Que no falte brillo en los ojos para todo aquel que decida iniciar de nuevo,
consumiendo todo su ser en llamas blancas.


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Gracias, a él que inicia de cero, porque no tuvo miedo
en prenderle fuego a todo y empezar a hacer lo que ama.